Yo soy

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domingo, 2 de diciembre de 2012

Todos son jóvenes con síndrome de Down y pertenecen a la compañía de teatro de Apoye, una asociación civil que creó un grupo de padres hace 12 años con el propósito de brindarles a sus hijos una posibilidad de desarrollo en el futuro; es también escuela y los prepara a través de una formación integral para el mundo laboral.


Seres invencibles se entregan a la creación

En la obra, un grupo de jóvenes representó a un sabio árbol / Williams Marrero
En la obra, un grupo de jóvenes representó a un sabio árbol / Williams Marrero
La obra, dirigida por Juliana Cuervos, fue producida por la asociación civil Apoye y tendrá otra función en enero en Ciudad Banesco

La obra terminó y los padres esperan ansiosos a las puertas de los improvisados camerinos. Hay mucho calor y movimiento. Flashes de cámaras, abrazos, tumulto y risas. Todo ha sido un éxito. Una de las jóvenes actrices abraza y mira con devoción a su maestra de teatro, otro le pregunta a su mamá si ya pueden ir a comer ensalada césar y otra es recibida con tiernas caricias por el novio que la ha ido a ver en escena, vestido con pantalones marrón, camisa de cuadros y el cabello perfectamente peinado con gelatina.
Todos son jóvenes con síndrome de Down y pertenecen a la compañía de teatro de Apoye, una asociación civil que creó un grupo de padres hace 12 años con el propósito de brindarles a sus hijos una posibilidad de desarrollo en el futuro; es también escuela y los prepara a través de una formación integral para el mundo laboral.
Ese día los cautivadores artistas presentaron por segunda vez El árbol de la vida. El lugar: el Centro Ítalo-Venezolano. Anteriormente habían actuado en el Teatro Escena 8 y tienen otra función el 17 de enero en Ciudad Banesco.
Antes de que el público entrara a la sala, las maestras reunieron a la treintena de actores, de entre 10 y 35 años de edad, sobre el escenario. Se agarraron de las manos. La directora dio instrucciones y les recordó: Si sentimos susto lo dejamos… “¡Afuera!”, gritaron juntos.
Al abrirse el telón, se escuchó la voz del narrador y todos comenzaron a ejecutar sus movimientos sin perder la concentración. Cada uno representó su papel: un príncipe, una princesa, una bruja malvada, una reina del abismo, el pollo-mago, brujitas, robots, payasos, cisnes, lobos, lunas, tres divertidas lavanderas y el árbol de la vida. De vez en cuando alguno miraba al público y hasta una brujita llegó a gritar “¡Te quiero, mamá!”, mientras lanzaba besos.
Las historias
Los ensayos de las obras incluyen trabajos con juegos teatrales, movimientos de coordinación y de foco, ejercicios de expresión corporal, manejo de objetos y creatividad, todo impartido por la profesora y actriz Juliana Cuervos en clases de cinco horas dos días a la semana.
“Para desarrollar la historia le pregunté a cada uno qué personaje le gustaría ser. Fue una creación colectiva. Con eso armé la estructura de una obra en la que un villano se roba el libro de los cuentos de hadas y un príncipe debe viajar para recuperarlo y salvar a la princesa”, cuenta Cuervos.
Pero El árbol de la vida no fue el comienzo. Los jóvenes participaron antes en La leyenda de la piedritaEl ruiseñor y la luna –basado en un texto de Oscar Wilde– y en un montaje para Navidad que no llegó a concretarse.
El grupo estuvo primero bajo la tutela del director y actor Ignacio Márquez. Ahora es el turno de Cuervos: “Yo recibí a un grupo de actores, no estudiantes de actuación. Quedé maravillada con sus capacidades. Yo he aprendido con ellos, soy otra persona luego de haberlos conocido”. Sobre los planes con la compañía, señala: “Quiero realizar giras con la obra, porque tiene un mensaje que va más allá del discurso escénico. Los aportes que el teatro les da a estos chicos son muchísimos. A largo plazo me propuse lograr que los organizadores del Festival Internacional de Teatro de Caracas nos incluyan en la próxima programación”.

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